Las últimas partidas
Por fin, después de varios meses, he terminado este relato. Y es que, para mí, este no es un relato cualquiera; se diferencia de todos los anteriores porque me lo inspiró mi abuelo paterno, no mucho antes de fallecer.
Mi abuelo padecía un tipo de parkinsonismo —nunca he tenido muy claro lo que era exactamente, y me temo que los médicos tampoco, más allá de que fuera una enfermedad degenerativa, englobada en ese saco junto con tantas otras que aún no comprendemos del todo—. Esto supuso que poco a poco perdiera la capacidad de andar, por lo que había que desplazarle en silla de ruedas, y prácticamente la de hablar, de forma que solo respondía mediante gestos. Llegado un momento ni siquiera parecía consciente, y sus ojos reflejaban cierta separación de la realidad. No obstante, acudíamos a visitarle cuando podíamos, y le leíamos poesía o relatos que le habían gustado en el pasado. Aparentemente no razonaba, pero escuchaba con interés lo leído, y cuando hablábamos con él se hacía entender asintiendo o negando con la cabeza.
Pues bien, con todo esto, recordé cómo mi abuelo me había enseñado a jugar a las damas, cuando apenas tenía yo cinco años, y desde entonces jugaba con él cuando iba a visitarle. Este era quizá el único juego de tablero al que él sabía jugar, y yo no logré ganarle nunca —hasta su enfermedad.
Así pues, decidí llevar un día un tablero con damas, magnéticas, para evitar que pudieran caerse —más tarde jugaríamos en una tablet—, para ver hasta qué punto era mentalmente capaz aún. Y pese a que no jugaba, en absoluto, como antaño, nos sorprendimos al ver que, cuando creíamos que ya era casi incapaz de pensar, aún recordaba las reglas, y desplazaba las fichas correctamente. Desde luego, no presentaba ningún reto, pero pudimos terminar un par de partidas.
Al volver a casa me dio que pensar y decidí escribir un relato corto, inspirado por los sucesos mencionados. En este caso centrado en el ajedrez, puesto que es más conocido, y que yo mismo he jugado mucho más a este deporte.
Espero que os guste: JAQUE MATE
(sí, este link es el mismo que el de arriba)
Mi abuelo padecía un tipo de parkinsonismo —nunca he tenido muy claro lo que era exactamente, y me temo que los médicos tampoco, más allá de que fuera una enfermedad degenerativa, englobada en ese saco junto con tantas otras que aún no comprendemos del todo—. Esto supuso que poco a poco perdiera la capacidad de andar, por lo que había que desplazarle en silla de ruedas, y prácticamente la de hablar, de forma que solo respondía mediante gestos. Llegado un momento ni siquiera parecía consciente, y sus ojos reflejaban cierta separación de la realidad. No obstante, acudíamos a visitarle cuando podíamos, y le leíamos poesía o relatos que le habían gustado en el pasado. Aparentemente no razonaba, pero escuchaba con interés lo leído, y cuando hablábamos con él se hacía entender asintiendo o negando con la cabeza.
Pues bien, con todo esto, recordé cómo mi abuelo me había enseñado a jugar a las damas, cuando apenas tenía yo cinco años, y desde entonces jugaba con él cuando iba a visitarle. Este era quizá el único juego de tablero al que él sabía jugar, y yo no logré ganarle nunca —hasta su enfermedad. Así pues, decidí llevar un día un tablero con damas, magnéticas, para evitar que pudieran caerse —más tarde jugaríamos en una tablet—, para ver hasta qué punto era mentalmente capaz aún. Y pese a que no jugaba, en absoluto, como antaño, nos sorprendimos al ver que, cuando creíamos que ya era casi incapaz de pensar, aún recordaba las reglas, y desplazaba las fichas correctamente. Desde luego, no presentaba ningún reto, pero pudimos terminar un par de partidas.
Al volver a casa me dio que pensar y decidí escribir un relato corto, inspirado por los sucesos mencionados. En este caso centrado en el ajedrez, puesto que es más conocido, y que yo mismo he jugado mucho más a este deporte.
Espero que os guste: JAQUE MATE
(sí, este link es el mismo que el de arriba)
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